Episodios tan extremos (y que tan cerca hemos tenido) como los graves incendios forestales que sobrecogieron a toda la comunidad el año pasado, el desabastecimiento de agua sufrido en muchos pueblos del pirineo navarro durante el verano del 2022 y la incipiente alerta por sequía, evidencian el actual contexto de cambio climático en el que nos encontramos. Estas situaciones cada vez van a ser más frecuentes y tenemos que estar preparados.
Necesitamos proteger el medio rural frente a los grandes IIFF. Incendios de gran peligrosidad y que se consideran fuera de capacidad de extinción, en los que a veces lo único que se puede hacer es esperar a que cambien las condiciones meteorológicas. Para evitarlos es de vital importancia incidir en la prevención, basada en una gestión integral del medio, buscando un paisaje mosaico, fomentando la recuperación de los usos tradicionales del suelo (que no los actuales) y sobre todo apoyando la ganadería extensiva.
Además, necesitamos bosques más resilientes que garanticen su persistencia a pesar de los cambios del clima. Para ello, deben ser más diversos tanto en su composición de especies como en su estructura, favoreciendo las especies autóctonas frente a las alóctonas y buscando llegar a etapas maduras.
Por otro lado, debemos cambiar nuestra forma de relacionarnos con el medio natural. Es imprescindible sustituir el actual modelo estractivista/productivista por uno que verdaderamente compatibilice el aprovechamiento sostenible de los recursos con la conservación de la biodiversidad.
Como sociedad debemos avanzar hacia un modelo de vida realmente más sostenible basado, como no puede ser de otra manera, en una vida rural.
Ruben Ruiz Goñi


